En un hostel particular ubicado en La Paz –
Bolivia, conocí a una loca linda, que al principio hablaba poco y con la que
sólo nos cruzábamos de vez en cuando en el hall
del lugar.
Su nombre es Mari, hace 8 meses había llegado
desde Noruega a Argentina, donde empezó su viaje por Sudamérica. Y bueno, poco
a poco empezamos a conversar, teniendo en común: ideas, experiencias, etc.
Era muy divertido y entretenido pasar el tiempo con
ella, porque es una persona sin “muchos miedos”, divertida y muy parecida a mi
(jajá).
Yo había llegado de la ciudad de Santa Cruz en días
anteriores, ya que anduve conociendo la ciudad y trabajando con un músico
Peruano, así que, en el momento que nos conocimos, yo no hacía mucho. Estaba de
regresando del norte argentino, con rumbo a Ecuador, por lo que era mi
segunda visita a La Paz.
Conocí linda gente hospedada ahí, sobretodo
viajeros, con los que hice una gran amistad (con la mayoría). Salíamos de
fiesta, hacíamos cenas, juegos de mesa, tomábamos mucho vino (ahí los consigues
muy buenos, y baratos ya que al sur está Argentina y este país tiene vinos
excelentes), fuimos como una pequeña familia. Teníamos conversaciones divinas,
pipasín por aquí, pipasín por allá y bueno la infaltable y
necesaria música.
Se acercaba mi cumpleaños y mi regreso a Ecuador
también. Mari tenía planeado ir a la Isla del Sol con un amigo Colombiano
(el parce), pero una mañana en la que, ella lo esperaba con las maletas
listas… no llegó.
– Está guardao, – me dijo uno de los chicos.
Busqué a Mari y juntas, con otro amigo, fuimos a
visitarlo en la cárcel.
Había que dejar el documento personal en la entrada
y sin ningún orden, te hacían pasar por montones a ver a los encerrados,
quienes por la estrecha reja intentaban sacar su desesperada
cabeza, entre ellos: asomo el parce.
Con angustia en la cara, pidió que la llame a la madre a Colombia y le cuente
la situación, porque tenía que pagar una fianza hasta el día siguiente, o si
no, lo llevaban a la cárcel general, así que al salir de ahí lo hice.
Mari le dejó su chompa, porque estaba en camiseta,
y bueno, fue un poco impactante verlo ahí, en esa situación y fuera de su país.
– Gracias por llamar, – me dijo la madre. No me
pareció tan preocupada, creo que yo estaba más preocupada que ella (no hace
falta suponer lo duro que debe ser, estar en una cárcel de otro país y más por
una injusticia al parecer). Luego supimos que lo trasladaron a la cárcel
general de La Paz.
El dueño del hostel en donde estaba hospedado el parce, lo había mandado a encerrar por estar involucrado en una pelea que hubo en el lugar, y hasta le había puesto unos cargos “extras”.
Ahí pude comprobar que la corrupción existe en todo
lado y no tiene límites, ni fronteras (como muchas otras cosas).

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