Con el oportuno fondo de la deliciosa canción Foxy Lady, interpretada por Jimi Hendrix, traigo a mi memoria aquellos
días de aventura y desenfreno playeros en Ecuador, de los que hace un par de
meses regresé.
Desde Puerto López decidimos hacer dedo. Nos levantó un señor en su
camioneta roja, pusimos las mochilas atrás y fuimos adelante con él. Era de tez
morena, estatura normal, tenía alrededor de 40 años, usaba lentes, muy dado
(como la mayoría de gente en la costa) y empezamos a conversar.
Él entregaba sandías de su cosecha o algo así, por su trabajo le tocaba
ir a Baños de Ambato, Guayaquil, Salinas y otros lugares.
Nos contó que era casado, tenía tres hijos, la mujer vivía en Baños de
Ambato y que la vida era dura para él, porque “las mujeres somos
terribles”.
– ¿Porqué dice eso? - Le pregunté entre risas.
– Porque si, verán. – Se lamió la boca como señal de entusiasmo,
por haber encontrado a dos psicólogos en medio de la vía, para
desahogarse.
- Como yo pasaba trabajando en Baños, conocí a una chica que atendía
siempre donde yo iba a comer, el negocio era de la mamá, cuando yo iba me
sonreía y me insinuaba que la llevara a pasear, entonces asiii empezó todo.
Un día estábamos en una fiesta con ella, y su tía no dejaba de verme,
hasta que se me acercó y me dijo que yo le gustaba.
– ¿Como así? – dije yo.
– Tú me gustas y quiero estar contigo.
– Pero, eres la tía de mi novia.
– No te preocupes que ella no se va a enterar, te espero en el
cuarto de arriba. O qué, ¿no eres macho? – ¿macho? que foco escuchar todavía
esas conversaciones trogloditas y degradantes de género.
–Como mi chica estaba ocupada atendiendo a la gente de la
fiesta
– nos decía – yo, como buen macho no podía quedar
mal y me fui para arriba. Ella estaba desnudándose en una habitación, se dio
palmadas en su vagina y me dijo: ¿no te gusta esto?, pues ven y
tómalo.
Entonces yaaa pues, prometimos que no le diríamos a su sobrina, porque
era cosa de una noche y yo la quería a su sobrina de ella. Tres años duré con
la muchacha.
Nos reíamos porque contaba todo esto con una gracia y tan natural.
– Ahora verá lo que me pasa después, ustedes no se imaginan. Con mi
mujer todo bien, pero vean como es el destino. Yo tenía una compañera en
el colegio a la que nunca vi con otros ojos más que de compañero, porque igual…
muy bonita no era. Total ella me agrega al facebook y
empezamos a chatear, que si, que no, y me cuenta que está viviendo en
Guayaquil, juuusto yo estaba trabajando allá, entonces yaaa pues hicimos la
vuelta para encontrarnos en el Malecón.
– Pepe, hola! ¿No te acuerdas de mí? Soy Catalina – me dijo, y yo
no la reconocí porque estaba hecha toda una hembrón (palabra ecuatoriana que detesto)
– Que! no me reconoces?
Y bueno, yo me quedé como bobo mirándola porque estaba muy bella. Nos
abrazamos y empezamos a conversar. Ella me confesó que, desde el colegio estaba
enamorada de mí, pero como yo ya me casé con mi actual mujer entonces se
mantuvo al margen, – qué considerada pensé yo – así que
llegamos a la conclusión de que si nos encontramos ahora, después de tanto
tiempo... es por algo.
- Entonces yo, como más trabajaba en Guayaquil, mantuvimos una relación
de seis años. Nos seguía contando.
– Y ¿por qué terminaron? – preguntamos.
– Porque ella ya me dijo que empezó a ver a otro tipo, entonces yo
me alejé, porque para ser cachudo… mm... ¡mejor no!
Entre mi compañero y yo, nos miramos y reímos pensando: (ósea, el tipo
se ofende porque una de sus amantes ¡tiene un amante! juaaa)
Mi concepto de la fidelidad, pues simplemente no tiene conceptos, ya que
es muy relativo y obviamente depende de cada persona, o por lo menos de las
expectativas y seguridad que se tiene, cuando se inicia una estrecha relación
con alguien. Todo es cuestión de ser sinceros y ponerse de acuerdo, digo yo.
"No quiero compromisos", "estoy en plan serio",
"me voy mañana de viaje", etc. O simplemente no prometer nada y dejar
que las cosas se den. Pero ser consecuente con las acciones que se
toma –acciones que todos alguna vez tuvimos que pagar.
Fidelidad y lealtad,
estas dos palabras tienen tanto en común, pero aún así hay diferencias que las
marcan. "Son como diamantes que brillan en tiempos oscuros de
crisis". - Dice Guido Luis.
La fidelidad tiene que ver directamente con una
persona. La lealtad tiene que ver directamente con una
causa. Se puede ser leal pero no fiel, porque crees en la causa, pero no
en la persona. Por supuesto lo ideal sería ser fiel y leal.
La fidelidad tiene que ver con promesas. La lealtad tiene
que ver con acuerdos. El hombre y mujer prometen fidelidad por lo
menos el tiempo que dure la relación, y esto no quiere decir que siempre
estarán de acuerdo con su promesa.
La lealtad radica en el amor, la admiración y el
respeto por el otro, no entendiendo esto bajo el concepto de "propiedad
privada". Lealtad es conservar una conexión y deseo de compartir sueños y
locuras en pareja, además de una comunicación verdadera y respetuosa. Que
tampoco es ventilarse las ganas que se puede tener, de estar con otra
persona en alguna circunstancia, –aunque en lo personal, yo no tengo
ningún problema en hacerlo–, pero tampoco exigir monogamia eterna. Si no, estar
conscientes que nadie somos indispensables para nadie, si se quiere y valora a
alguien, pues hay que portarse a la altura.
Existe mujeres y hombres que se sienten más “deliciosos” y divinamente
superiores al “ponerle los cachos” a su pareja.
A estas alturas de mi vida, yo me cuestiono: ¿quiénes son los tontos
en este jueguito?; ¿Los que son
“engañados” o los que ingenuamente, creen sus propias mentiras, y piensan que
jamás van a sospechar de ellos y menos
descubrirlos?
Como me dijo una vez mi madre: –Vos podrás ser cínica, pero ¡jamás
mentirosa! Frase que me halagó mucho.

No hay comentarios:
Publicar un comentario